«La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, la Ciudad Santa expresa la manifestación como Rey y como Mesías. Mateo observa en la presencia del asna atada con su borrico al lado (v. 2) el cumplimiento de la profecía de Zacarías (v. 5). El asno, que fue una antigua montura de príncipes,10 fue sustituido más adelante, en la época de la monarquía israelita, por el caballo, que representa mejor una manifestación de poder (cfr 1 R 5,6; 10,26-30; etc.). Por eso, la profecía de Zacarías, con el asno, daba el significado de que Jesús venía como un rey de paz que triunfa no con armas ni violencia, sino con humildad y mansedumbre.
Los Santos Padres han visto en este episodio un simbolismo: el asna madre representaría al judaísmo, sometido al yugo de la Ley, mientras que el borriquillo sería la gentilidad. Jesús introduce a unos y otros en la Iglesia, la nueva Jerusalén. Como a los personajes importantes de hoy se les extiende una alfombra a la entrada de un edificio, los discípulos y la multitud alfombran la entrada de Jesús en su ciudad (vv. 7-8). Y le aclaman como el Salvador: la palabra hebrea Hosanna tuvo en un principio ese sentido, una súplica dirigida a Dios: «¡Sálvanos!». Luego, fue empleada como grito de alegría para aclamar a alguien y es similar a la exclamación más actual de «¡Viva!». La muchedumbre manifiesta su entusiasmo gritando: «¡Viva el Hijo de David!». Se entiende así que la Iglesia haya recogido estas aclamaciones en el prefacio de la Santa Misa, pues con ellas se pregona la realeza de Cristo: «Ha sido costumbre muy general y antigua llamar Rey a Jesucristo, en sentido metafórico, a causa del supremo grado de excelencia que posee y que le encumbra entre todas las cosas creadas.11
Así se dice que reina en las inteligencias de los hombres, no tanto por el altísimo y sublime grado de su ciencia, cuanto porque «Él es la Verdad» y porque los hombres necesitan beber de Él, de sus palabras y de sus hechos y recibir obedientemente la verdad. Se dice también que reina en las voluntades de los hombres, no sólo porque en Él la voluntad humana está entera y perfectamente sometida a la santa voluntad divina, sino también porque con sus mociones e inspiraciones influye en nuestra «libre voluntad» y la enciende en nobilísimos propósitos. Finalmente, se dice con verdad que Cristo reina en los corazones de los hombres, porque con su supereminente caridad y con su mansedumbre y benignidad, se hace amar por las almas de manera que jamás nadie —entre todos los nacidos— ha sido ni será nunca tan amado como Cristo Jesús». 1213
Los sinópticos y Juan establecen que Jesús supo que había gente en el área, como Simón el Leproso, así que pudo haber argumentado que la presencia del borrico había sido organizada por los discípulos de Jesús. El evangelio de Juan, no obstante, simplemente dice que Jesús encontró el borrico. Juan y los Sinópticos establecen que Jesús entonces montó al borrico (o en Mateo al borrico y a la burra, madre de este), dentro de Jerusalén. Los sinópticos añaden que los discípulos pudieron poner sus capas en el animal, haciéndolo así más confortable. Los Evangelios describen cómo Jesús entró a Jerusalén y cómo la gente alfombraba su camino y también cómo dejaba a un lado pequeñas ramas de árbol.14
La gente también cantaba una parte del Libro de los Salmos, específicamente los versículos 25-26 del capítulo 118. …Bendito es el que viene en el nombre del Señor. Bendito es el enviado del Reino de Nuestro Padre [David]… El lugar de esta entrada no está especificado, pero se supone que tuvo lugar en la Puerta Dorada, desde donde se creía que el Mesías entraría a Jerusalén, otros estudiosos piensan que el lugar fue hacia el sur, pues tenía entrada directa hacia él.»
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