la Iglesia está de acuerdo en las campañas contra el terror, con tal que se siembre esa campaña con amor
En esta hora, hermanos, en que la liberación es tomada por muchas voces de hombres, la Iglesia también grita liberación pero no en el tono de odio ni de venganza ni de lucha de clases, porque eso no construye. Estamos de acuerdo en que debe de haber una lucha contra el terror, no debe de implantarse el terror en nuestra patria. Pero un terror no se quita con otro terror. Una mala voluntad no se mata con otra mala voluntad. El odio no siembra nada bueno. Por eso, la Iglesia está de acuerdo en las campañas contra el terror, con tal que se siembre esa campaña con amor, que busque la conversión de los malos; que castigue a los rebeldes, cualquiera que sea, aunque sea la mano armada, tiene que ser juzgada si ha cometido un crimen, y tiene que reclamársele castigo contra aquel que ha hecho el mal y no se convierte hacia el bien.
Pero desde el punto de vista cristiano, la voz de la Iglesia les dice a los oprimidos, a los que sufren, a los torturados, a los desaparecidos, a los muertos criminalmente, a las madres que sufren, a los hogares, a los marginados, a los que sufren injusticia, a todos ellos les dice estas palabras: Amen a Dios. Amen a Dios, que al que ama a Dios hasta esas opresiones se convierten en bien. Miren a Cristo crucificado, la figura del oprimido más grande, la del hombre que sufre la injusticia más criminal de la tierra, la del inocente que muere en una cruz y mira a su propia madre hundida en el dolor de una injusticia y desde allí clama: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Y desde su dolor, injustamente sufrido, se convierte en el Redentor de los hombres.
Oscar Romero. A las madres por sus hijos desaparecidos.
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